domingo, 6 de febrero de 2011

Descalza en la nieve

Hoy me duelen los ojos. Me pesan. Si no tengo cuidado al caminar corro el riesgo de que se salgan de su órbita. Me muevo con las gafas puestas. El escudo. Es probable que muchas de las personas que visten gafas de sol donde hay sombra no sean idiotas ni pijos ni macarras ni pijomacarrras; es posible que solo sean personas que temen que se les caigan los ojos al suelo.

Me duelen los labios. Sucede cuando se me escapa alguna palabra inconveniente. Me asusto y los aprieto tanto para no repetir el error que me los sangro. La sangre que sabe en la boca es un remanso, un delicatessen de El Bulli.

Me duelen los pies de enumerarme los dedos en busca de ovejas que me ayuden a dormir profundo. Me duele el ánimo. Esta noche lo engulló un comecocos delante de un espejo enorme. Me duelen las palabras que se adhirieron a mi cerebro y me gritan voces contrarias: sube, baja, ven, vete… Bebo el agua de la lluvia. Siento el líquido en la garganta deshilachando las nieblas matutinas. Amenaza nieve en las cotas bajas, pero yo ya me he descalzado, preparada a dejar mis huellas en la nieve.


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