miércoles, 15 de diciembre de 2010

Al fin, ¿libres?


Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad se ha producido un gran desarrollo de los medios de comunicación.

El primero fue el telégrafo, que surgió a mediados del siglo XIX. La Oficina de Telégrafos se convirtió en un centro de poder político y económico y fue el que facilitó la Revolución Industrial en el Imperio Británico.

Posteriormente surgió la radio, que fue promovida por los nazis, ya que la necesitaban como instrumento de propaganda (Goebbels). EL modelo de radio Volksempfanger (receptor del pueblo) entró en casi todos los hogares alemanes. Este es el primer momento en que se usan los medios de comunicación para manipular a las masas.

En los sesenta se hablaba de las industrias culturales manipuladoras de la conciencia. Ahora esa industria omnipresente, indiscriminada, difuminada en las emisiones públicas y privadas, dispersa en los medios de comunicación, se encuentra en todas y en ninguna parte. El sistema de producción cultural ha dejado de tener cabeza y pies para convertirse en un magma total donde flotamos o braceamos inmersos en la misma sopa. La obra literaria, la nueva película, la serie de turno...se alinean en el bazar del "entretenimiento", en cuyo ámbito el autor es productor de distracciones y el receptor un consumidor que olvida el último bocado de lo recibido para metabolizar el menú siguiente.

Al artista se le reconocía la facultad de crear. Al autor se le reconocía la fama de aumentar lo conocido. Ahora, la tarea no es aumentar el conocimiento ni transformarlo críticamente en energía. Lo decisivo no es crear sino producir, y el mito no está en el saber mismo, sino en saber comunicar. ¿Comunicar qué? Emociones antes que ideas, impactos antes que reflexiones, evasiones antes que compromisos.

La velocidad del consumo, la condición de lo efímero, la facilidad de aparición y representación se suman a los caracteres del presente discontinuo que definen el primer suspiro del milenio. No hay apenas nada, en la política, en la ciencia o en las artes, que no pase con el fulgor del espectáculo. Y apenas hay algo que pese o adquiera peso capaz de desequilibrar. El aparato digestivo del sistema productivo sigue la recomendación dietética del consumo de diuréticos o fibras para una fácil eliminación.

Una vez que los ciudadanos se han convertido en clientes, la creación en producción, la cultura en información, la política en gestión y el porvenir en ilusión, la sociedad no sabe de sí misma sino a través de las noticias del mercado, que ha pasado a ser no una institución alternativa, sino la referencia dominante del valor.

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